Stewards of Our Neighbors: Jesus' Parable of the Good Samaritan

07-10-2022AllInternational Catholic Stewardship Council

After many centuries of recounting Jesus’ Parable of the Good Samaritan (Luke 10:25-37) the story seems to have lost the “sting” Jesus intended for it. At the weekend Masses of July 9 and 10, we will once again hear the proclamation of this Gospel story which reveals Jesus’ encounter with the legal scholar and his response to the question: Who is my neighbor? Perhaps now is a good time to reflect more deeply on Jesus’ teaching and its practical implications for our lives today.

In the Gospel story Jesus affirms the legal scholar: “You shall love the Lord, your God, with all your heart, with all your being, with all your strength, with all your mind, and your neighbor as yourself.” But the lawyer asks: “And who is my neighbor?” This is the question that prompts Jesus to offer a story revealing the vastness of God’s mercy, and of course, Jesus’ expectation of his followers.

It is significant that Jesus offers a Samaritan as the ideal model of God’s mercy. Jews despised Samaritans as a lower form of humanity. So, of course, it provoked his audience when Jesus told of the priest, then the Levite, walking thoughtlessly by the half-dead robbery victim lying at the side of the road. It is the third man, the Samaritan, who stops, renders the victim first aid and generously pays the innkeeper in advance for taking care of the brutally beaten victim.

Jesus’ parable teaches us that the neighbor is the person we encounter in our daily lives who is in dire need of our help. We are called to be good stewards of our fellow human beings, God’s precious children who we meet on our own journey in life. Our love and mercy are not confined to our families, friends, co-workers or fellow parishioners. The “sting” to the parable is that Jesus Christ expects us, his followers, to extend his love and mercy to others regardless of their race, religion, gender, culture, ethnicity or social standing.

Our Holy Father, Pope Francis, uses the Parable of the Good Samaritan to urge us not only to imitate the mercy of Jesus in our personal lives, but to have the courage and compassion to promote a culture of Christ’s mercy in our society as well.

To be a disciple of Jesus Christ obliges us to love and show mercy to those we don’t know nor recognize as “one of us.” The Samaritan in Jesus’ story did not see a stranger, alien or foreigner. He simply saw a suffering human being who needed help. Jesus asks: “So who was the neighbor to the robbers’ victim?” The legal scholar replied: “The one who treated him with mercy.” Jesus said to the scholar as he would say to us today: “Go and do likewise.”

La Parábola de Jesús del Buen Samaritano

Después de muchos siglos del relato de la Parábola de Jesús del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) la historia parece haber perdido el “punto central” que Jesús deseó para ella. En las Misas del fin de semana del 9 y 10 de julio, escucharemos de nuevo la proclamación de esta historia del Evangelio, la cual revela el encuentro de Jesús con un sabio de la ley y su respuesta a la pregunta: ¿quién es nuestro prójimo? Tal vez ahora es un buen tiempo para reflexionar más profundamente sobre la enseñanza de Jesús y sus implicaciones prácticas para nuestras vidas actualmente.

En la historia del Evangelio Jesús afirma al doctor de la ley: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, y con todo tu espíritu y a tu prójimo como a ti mismo.” Pero el sabio de la ley preguntó: “¿Y quién es mi prójimo?” Esta es la pregunta que inspira a Jesús a ofrecer una historia que revela la inmensidad de la misericordia de Dios, y por supuesto, la expectativa de Jesús de sus seguidores.

Es significativo que Jesús presente a un samaritano como modelo ideal de la misericordia de dios. Los judíos despreciaban a los samaritanos como una forma inferior de humanidad. Así que, por supuesto, esto provocó a su audiencia cuando Jesús dijo del sacerdote, y del levita, caminando de largo, pasando junto al hombre tirado al lado del camino, víctima de robo y despojado de su ropa. Es el tercer hombre, el samaritano, quien se detiene, venda sus heridas y paga generosamente por adelantado al administrador de un albergue, para que cuide de la víctima que había sido golpeado de manera brutal.

La parábola de Jesús nos enseña que el prójimo es la persona que encontramos en nuestra vida diaria que está en grave necesidad de nuestra ayuda. Nosotros somos llamados a ser buenos corresponsables de nuestros hermanos, los seres humanos, hijos amados de Dios, a quienes nosotros encontramos en el camino de nuestra vida. Nuestro amor y misericordia no están limitados a nuestra familia, amigos, compañeros de trabajo o compañeros feligreses. El “punto central” de la parábola es lo que Jesucristo espera de nosotros, sus seguidores, extender su amor y su misericordia a otros, sin importar su raza, religión, género, cultura, etnia o posición social.

Nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, usa la Parábola del Buen Samaritano para impulsarnos, no sólo a imitar la misericordia de Jesús en nuestra vida personal, sino también a tener el valor y la compasión para promover la cultura de la misericordia de Cristo en nuestra sociedad.

Ser discípulos de Jesucristo nos obliga a amar y a mostrar misericordia a aquellos que no conocemos ni reconocemos como “uno de nosotros.” El samaritano en la historia de Jesús no ve a un extraño. Él simplemente vio a un ser humano que sufría y que necesitaba ayuda. Jesús pregunta: “¿Quién te parece el prójimo del hombre asaltado por los ladrones? El sabio de la ley respondió: “Aquel que le trató con misericordia.” Jesús dijo al sabio como nos diría a nosotros hoy: “Ve y procede de la misma manera.”

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