A Gospel Reflection

by Deacon Tom Klein  |  10/16/2022  |  From Deacon Tom Klein

There’s an old but good story (and for you true historians, apparently, it’s just a story) about Winston Churchill’s last public speech. As the story goes, late in 1964, the then 90-year-old former British Prime Minister was invited to give the commencement address at a small college in London. He had not appeared in public in many years, but to everyone’s surprise, he accepted the invitation.

Expectations were high in the auditorium when he rose to speak. He stood at the lectern for what seemed like an eternity, then finally said, “Never give up!” He paused, then repeated the same three words. He paused again, repeated the same three words a third time, then sat down. At first there was stunned silence, then everyone realized those three words epitomized the spirit that had helped England survive and succeed in World War II. Then there was thunderous applause. Later people remarked that it was the one and only commencement address that everyone could repeat verbatim, from memory.

All of today’s readings are about being persistent. Persistent in our prayer life. Persistent in the face of adversity. Persistent when things are not going the way they should, or at least not going the way we want. Persistent when our prayers don’t seem to do any good. Things will work out in the end. Never give up!

Deacon Tom

Hay una vieja pero buena historia (y para ustedes, verdaderos historiadores, aparentemente, es solo una historia) sobre el último discurso público de Winston Churchill. Según cuenta la historia, a fines de 1964, el entonces ex primer ministro británico, de 90 años, fue invitado a dar el discurso de graduación en una pequeña universidad de Londres. Hacía muchos años que no aparecía en público, pero para sorpresa de todos, aceptó la invitación. Las expectativas eran altas en el auditorio cuando se levantó para hablar. Se paró en el atril por lo que pareció una eternidad, y finalmente dijo: “¡Nunca te rindas!”. Hizo una pausa y luego repitió las mismas tres palabras. Volvió a hacer una pausa, repitió las mismas tres palabras por tercera vez y luego se sentó. Al principio hubo un silencio atónito, luego todos se dieron cuenta de que esas tres palabras personificaban el espíritu que había ayudado a Inglaterra a sobrevivir y triunfar en la Segunda Guerra Mundial. Luego hubo un estruendoso aplauso. Más tarde, la gente comentó que era el único discurso de graduación que todos podían repetir palabra por palabra, de memoria.

Todas las lecturas de hoy son acerca de ser persistente. Persistentes en nuestra vida de oración. Persistente ante la adversidad. Persistente cuando las cosas no van como deberían, o al menos no van como queremos. Persistentes cuando nuestras oraciones no parecen hacer ningún bien. Las cosas saldrán bien al final. ¡Nunca te rindas!

Diácono Tom

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