Fourth Sunday in Ordinary Time: Thunderbolts and Lightning
01/28/2024 | Gospel ReflectionOne of the most difficult duties of a disciple is to follow the command of Jesus to spread the gospel to all nations. (Lk 24:47, Mk 116:15, Mt 28:19) I think one reason may be that we don’t feel we have the authority to tell someone else what to believe. Most of us don’t think we know the gospel well enough to preach it. Or we are so afraid of offending atheists, that we use that fear as an excuse to say nothing. But being a disciple means following Jesus.
The gospel this Sunday mentions twice that Jesus taught with more authority than any of religious leaders of Israel. So how can we get such authority? First, Jesus didn’t get his authority from winning a Messiah election. And he didn’t threaten people with thunderbolts and lightning. He certainly didn’t impress people by saying what they wanted to hear. He spoke the truth that he heard from his Father. His two main actions in his ministry were curing and forgiving people. Since the Jews thought sickness was a punishment for sins, by curing the sick and forgiving sins, Jesus showed that God loves even sinners. And those actions showed that Jesus got authority from his Father.
“But you still haven’t answered the question: How do we get that authority?” We get it from the Holy Spirit, in Baptism and Confirmation. And like an athlete, who may be born with strength and abilities, yet has to work-out and practice to be any good, we still need to grow in that authority. One way is to read the scriptures and pray with them, so that we get to know God through his Word and begin to listen to him in our prayers. We can consciously decide to see God in other people, not just those we love, but everyone, even the ones who annoy us. (And especially the ones who challenge us to be more loving, patient and forgiving.) Most parishes have programs that encourage sharing your faith, such as RCIA, Christ Renews his Parish, etc. And of course, the Eucharist and other sacraments strengthen God’s life in us.
You’ll know you have that authority when you can talk about your faith with confidence instead of hesitation, because you will be speaking from experience, not second hand knowledge.
Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario Truenos y relámpagos
Uno de los deberes más difíciles de un discípulo es seguir el mandato de Jesús de difundir el evangelio a todas las naciones. (Lc 24,47, Mc 116,15, Mt 28,19) Creo que una razón puede ser que no sentimos que tenemos la autoridad para decirle a otra persona qué debe creer. La mayoría de nosotros no creemos que conocemos el evangelio lo suficientemente bien como para predicarlo. O tenemos tanto miedo de ofender a los ateos que utilizamos ese miedo como excusa para no decir nada. Pero ser discípulo significa seguir a Jesús. El evangelio de este domingo menciona dos veces que Jesús enseñó con más autoridad que cualquiera de los líderes religiosos de Israel. ¿Cómo podemos conseguir tal autoridad nosotros?
Primero, Jesús no obtuvo su autoridad al ganar la elección del Mesías. Y no amenazó a la gente con truenos y relámpagos. Ciertamente no impresionaba a la gente diciendo lo que querían oír. Hablaba la verdad que escuchaba de su Padre. Las dos acciones principales que realizaba en su ministerio fueron curar y perdonar. Dado que los judíos pensaban que la enfermedad era un castigo por los pecados, al curar a los enfermos y perdonar los pecados, Jesús demostraba que Dios ama incluso a los pecadores. Y esas acciones demostraban que Jesús obtuvo autoridad de su Padre.
“Pero todavía no has respondido a la pregunta: ¿Cómo obtenemos esa autoridad nosotros?” Lo obtenemos del Espíritu Santo, en el Bautismo y la Confirmación. Y al igual que un atleta, que puede nacer con fuerza y habilidades, pero igual tiene que hacer ejercicio y practicar el deporte para ser bueno, todavía tenemos que crecer en esa autoridad. Una forma es leer las Escrituras y rezarlas, para que conozcamos a Dios a través de su Palabra y comencemos a escucharlo en nuestras oraciones. Podemos decidir conscientemente ver a Dios en otras personas, no sólo en aquellos a quienes amamos, sino en todos, incluso en aquellos que nos molestan. (Y especialmente aquellos que nos desafían a ser más amorosos, pacientes y perdonadores). La mayoría de las parroquias tienen programas que animan a sus feligreses a compartir la fe, como RICA, Cristo Renueva su Parroquia, etc. Y, por supuesto, la Eucaristía y otros sacramentos fortalecen la vida de Dios dentro de nosotros.
Sabrás que tienes esa autoridad cuando puedas hablar de tu fe con confianza en lugar de duda, porque estarás hablando desde la experiencia, no desde el conocimiento de segunda mano.
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