Prophetic Love

by Fr. George Teodoro, SJ  |  01/30/2022  |  From Fr. Teodoro

If you have been to a Catholic wedding, then more likely than not, you have heard today’s second reading: Love is patient, love is kind. It is not jealous, it is not pompous… Love never fails. And because we hear this reading at weddings, it has become synonymous with romantic love.

But the word in Greek that St. Paul uses is not eros – or passionate love. It is agape – self-giving love. It is the love of a parent for a child, the love that gives without counting the cost. It is the love that God has for his people, that he gave his only Son for our salvation. And it is this same love that we are called to return in the Great Commandment – to agape God with all your heart and to agape your neighbor as yourself.

This is the love that the prophet has for their community: to speak truth to power, even when it is uncomfortable or unpopular. But the prophet must do so out of love. Jesus speaks truth to the community at Nazareth, even though he knows they will react poorly. He speaks truth to them, not out of self-promotion or self-righteousness, but because it is for the good of those whom he loves.

Paul reminds us that all spiritual gifts – faith, generosity, prophecy – must be rooted in love of God and love of neighbor. So as we proclaim the Gospel truth, let us heed Paul’s advice. Let us not be pompous nor rude nor seek our own interests. Rather, let us always be rooted in selfless love of God and love of neighbor.

Fr. George Teodoro, SJ

Amor Profético

Si has ido a una boda católica, lo más probable es que hayas escuchado la segunda lectura de hoy: El amor es paciente, el amor es amable. No es celoso, no es pomposo… El amor nunca falla. Y debido a que escuchamos esta lectura en las bodas, se ha convertido en sinónimo de amor romántico.

Pero la palabra en griego que usa San Pablo no es eros, o amor apasionado. Es ágape, amor que se entrega a sí mismo. Es el amor de un padre por un hijo, el amor que da sin contar el costo. Es el amor que Dios tiene por su pueblo, que entregó a su Hijo único para nuestra salvación. Y es este mismo amor el que estamos llamados a devolver en el Gran Mandamiento: a agape a Dios con todo tu corazón y a agape a tu prójimo como a ti mismo.

Este es el amor que el profeta tiene por su comunidad: decir la verdad al poder, incluso cuando es incómodo o impopular. Pero el profeta debe hacerlo por amor. Jesús dice la verdad a la comunidad de Nazaret, aunque sabe que reaccionarán mal. Él les dice la verdad, no por autopromoción o santurronería, sino porque es por el bien de aquellos a quienes ama.

Pablo nos recuerda que todos los dones espirituales – fe, generosidad, profecía – deben estar arraigados en el amor a Dios y al prójimo. Entonces, mientras proclamamos la verdad del Evangelio, prestemos atención al consejo de Pablo. No seamos pomposos ni groseros ni busquemos nuestros propios intereses. Más bien, estemos siempre enraizados en el amor desinteresado de Dios y el amor al prójimo.

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